Ordesa

Cañón de Ordesa

Este verano pude cumplir un nuevo sueño, pude visitar Ordesa. Hay tres sitios que yo siempre quise conocer: el bosque de Muniellos, la ciudad de París y el parque nacional de Ordesa. El primero lo pisé hace más de veinte años, la segunda la pude disfrutar hace seis y Ordesa hace solo unos meses. Pasé todo un día en aquel paraje paradisíaco e inigualable, transitando por el cañón principal entre bosques de hayas y bellas cascadas. Estas son algunas de las fotos que hice.

Cascada  en el cañón de Ordesa


Cañón de Ordesa entre hayas y abetos

Lo ideal es explorar Ordesa en otoño, con el hayedo deshaciendo en un juego cromático que colapsa la vista. En verano resulta algo agobiante la avalancha de turistas pero aún así merece la pena. Es interesante observar el paisaje humano que transita por el cañón y se acumula a la espera de los autobuses que te suben y te bajan desde el pueblecito de Torla. Te encuentras de todo: avezados montañeros, senderistas amantes de la naturaleza (yo me incluyo en este último tipo) , turistas que van a pasar el día como si fueran a un centro comercial o, incluso, domingueros con chanclas. Muchos se mueven poseídos por verdadero estrés, obsesionados por verlo todo a toda velocidad, consumiendo cascadas y árboles como quién decide comprar en una tienda todo lo que puede en tiempo récord. Les falta asiento y calma para paladear el manjar que tienen ante sí. Otros van pegando voces, violentando al bosque, hiriéndolo con sus gilipolleces dichas en voz alta. Otros se pelean por hacerse un hueco en el mirador delante de la cascada para hacerse la foto de rigor y salir corriendo. Pero Ordesa es tan maravillosa que todo lo soporta, si te quedas intencionadamente atrás del grupo con el que has llegado en autobús, pronto disfrutas de la tranquilidad, del sosiego de los hayedos y abetales o escuchas en silencio el rumor del agua que cae de sus cascadas. Puedes optar por rutas alternativas, apenas transitadas por una masa que siempre va por el mismo sitio, si lo haces logras recorrer algunos trayectos en la más absoluta soledad; y eso es lo que yo hice.

Hayedo en Ordesa


Bosques de hayas salpicados por abetos en Ordesa

 El valle  conserva por su altitud y exuberante vegetación una frescura que no pierde ni en los peores días del verano. El día que yo estuve por allí en algunas zonas del pirineo aragonés se habían alcanzado los treinta y cinco grados y entre aquellos bosques de hayas en ningún momento sobrepasamos los veinte y seis. Mientras disfrutas de un ambiente fresco, paseas sin prisa observándolo todo extasiado, con la boca abierta, mirando hacia arriba, a un lado y otro del cañón, queriendo no perderte ni un detalle de un paisaje que merece provocar el síndrome de Stendhal. Nombres como las gradas de Soaso, la faja de Pelay, la cascada de Arripas o la Cola de Caballo ya no significarán lo mismo después de la visita.

Cañón de Ordesa entre bosques


Gradas de Soaso


Cañón de Ordesa

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